Una mirada hacia CUBA

PIE DE GRABADO: Leonardo Padura, será "el cuarto bate" para cerrar el ciclo de conferencias sobre pelota. La Fundación Alejo Carpentier, que dirige la doctora Graziella Pogolotti, se viste en estos días del deporte nacional de Cuba, la pelota, con un ciclo de conferencias bajo el título “Se complica el inning: deporte y cultura en Cuba”, que finalizará el 23 de octubre próximo con la disertación del escritor y periodista Leonardo Padura sobre ““La pelota en el ser cubano”. La Fundación se encuentra en Empedrado 215 entre Cuba y San Ignacio, La Habana Vieja. La primera conferencia se ofreció el pasado día once. En esa ocasión se abrió una exposición que contiene, entra otras piezas, la foto de Agustín Tinti Molina (1873-1961), jugador de pelota y quien escribió sobre la asistencia como espectador de José Martí a un juego de béisbol. En la muestra también se pueden ver la partitura del danzón “¡Arriba Luque!, del compositor Armando Valdés Torres en homenaje a la actuac

PIE DE GRABADO: Cartel de anuncio sobre la presentación del disco que tuvo lugar a principios de este mes de septiembre. La nostalgia, el desamor, la traición y hasta el rencor se resumen en un género musical que es patrimonio de Argentina pero que ha llegado a nuestro país en la voz dulce e inquietante de una cantante ya imprescindible dentro de la música cubana. Liuba María Hevia nos trae un regalo con “Naranjo en flor”, la nueva producción discográfica que nació bajo el sello La Ceiba de la Oficina del Historiador de la Ciudad, donde esta trovadora cubaniza los temas del indispensable Carlos Gardel, los hermanos Expósito, María Elena Walsh, Astor Piazzola y otros tantos que legaron al mundo un género rico en matices y expresión musical. Por estos días en que la cantautora cubana ultima los detalles de la presentación del fonograma en un gran concierto, conversa con Cubanow acerca de este acercamiento al tango. ¿Qué puede decirnos sobre “Naranjo en flor”? Naranjo en flor es e

Por: Argelio Santiesteban Cuando ―azorado adolescente― llegué a San Cristóbal de La Habana, podía haber tomado como míos los versos de Neruda: “Yo vine / del Sur, de la Frontera. / La vida era lluviosa”. No llegaba yo del Sur, sino del cubano Oriente, y había echado mi flaco cuerpo con la escolta de las redondeces femeninas que imprime en el paisaje ese lomerío llamado Maniabón por los aborígenes. No obstante, coincidía con el chileno en el estupor padecido ante la urbe despiadada. Retumbaba en mi cráneo, como en una caja de resonancia, el grito de otro poeta, ese homagno que fue José Martí: “¡Me espanta la ciudad!”. Pero pronto comprendí que mi soledad lo era sólo en apariencia. Porque yo contaba con Él, un cómplice incondicional, un confesor fraterno, un amigo sin dobleces ni trastiendas. Sí, me lo presentó Papá, en una tarde soleada del Oriente cubano. Era yo un niñito. Y todo ocurrió en el Palacio Municipal, saturado de mármoles y sin proporción con un paraje que, aunque esc