CLAVES PARA ENTENDER UN DOCUMENTAL
Para
entender que la salsa es el son cubano aderezado con ingredientes de urbe y
mezclados hasta reventar, hay que contemplar el documental Yo soy del son a
la salsa, del cineasta cubano Rigoberto López.
Hilvanado
por el propio López y el periodista y escritor Leonardo Padura, Yo soy del
son a la salsa, de 1995, pone al son en un quirófano y lo disecciona
desde que nace, para que se entienda de donde viene la salsa. Mientras, sus protagonistas
en La Habana, Nueva York y San Juan la desmenuzan como a un buen pescado.
Es un recorrido excepcional por los laberintos de la salsa, el son cubano que
un grupo de músicos y genios del mercado le pidieron prestado a la Isla y en
los años 60 y 70 del siglo XX le variaron algún ropaje, lo mezclaron con el
resto del trópico, lo colorearon y lo lanzaron a conquistar el mundo con el
culinario nombre de Salsa.
Celia Cruz, la mejor sonera cubana conocida hasta ahora, se lo explica en el documental a Tito Puente, otra de las celebridades de la música latina: «para mí, la salsa es una palabra nada más, una palabra comercial, como ritmo yo creo que no existe (…) es una palabra que se les adjudicó a todos los ritmos del Caribe, principalmente a los ritmos de Cuba. Yo creo que la salsa tiene sus raíces en la música cubana. Y te lo digo porque cuando yo empecé a cantar lo que hoy llamamos salsa, es lo mismo que estaba haciendo con la Sonora Matancera. Si canto La sopa en botella, que yo grabé con la Sonora Matancera, vine y la grabé con Pacheco, allá era una guaracha y aquí es una salsa».
Concebido y elaborado con precisión de relojero, Yo soy del son a la salsa
inicia con Marck Anthony cantando Aguanile, de Willy Colón y Héctor
Lavoe, y concluye con Los Van Van: entre uno y otros, aparecen los músicos
imprescindibles en la historia de fenómeno salsero, desde el célebre trio
Matamoros, el septeto de Ignacio Piñeiro, el famoso Pérez Prado y su mambo
colosal, el fenómeno Benny Moré, y el genio que inició el jazz latino, –o jazz
cubano-, Mario Bauzá, hasta los fantásticos Papo Lucca, Edi Palmieri, Israel
López (Cachao), Adalberto Alvarez, Israel Miranda, Andy Montañez, Gilberto
Santarrosa , Cheo Feliciano y Arsenio Rodríguez, el Ciego maravilloso, señalado
como el gran precursor de la salsa gracias a una obra solida que creó en el
Nueva York de los 40.
Detalle formidable: el disfrute de Isaac Delgado, uno de los herederos del son,
mientras conduce el documental de Rigoberto López y anuncia cada una de las
estrellas que van apareciendo. Como en un desfile de joyas.
Yo soy del son a la salsa es una cinta exclusiva, única en su afán de
hurgar en los orígenes de la salsa, en su objetivo de contar la evolución del
son cubano. Una historia hilvanada de modo exquisito, elaborada y filmada
con un sabor que queda en la intimidad del espectador.
Una historia que vuelve a demostrar que la música derriba las barreras más
fuertes y los aislamientos más largos porque nace de una vocación y una pasión
insobornables.
Juan Formell, otro de los grandes innovadores de la música cubana, lo explica,
antes de que Los Van Van cierren esta reverencia cinematográfica a la música:
«Hay que reconocer, y esto es lo más importante: nosotros estuvimos mucho
tiempo aislados de un mercado grande, y si no es por el trabajo que hicieron
los salseros, se hubiera perdido este género.
O sea, la música cubana en sí. Y ni a mí ni a ninguno de los músicos que
vivimos en Cuba nos molesta decir que somos salseros. Somos salseros, somos
soneros. Lo que defendemos en realidad es la música bailable, y cada uno la
hace a su manera, ¿no?». ( Por Mario
Vizcaíno Serrat)
Comentarios
Publicar un comentario