LO QUE ESCRIBIÓ SILVIO DESPUÉS DEL CONCIERTO


El Carnegie Hall está vivo. El sonido camina inquieto cuando está vacío, pero las frecuencias encuentran su lugar cuando se llena. Uno puede salir desconcertado de una prueba sonora, pero lo que sucede cuando los cuerpos humanos completan el teatro es algo así como el destino de la música. Ahora me explico por qué tantos grandes insistían en tocar allí. Es un lugar donde el sonido tiene la oportunidad de organizarse y encontrar sentido. Dicen que Horowitz trasladaba su piano hasta el teatro por el placer de escucharlo entre aquellas paredes. Y es que la caja acústica del Carnegie realiza el milagro de reproducir los más insólitos matices. Cuánto deben haber disfrutado talentos como Stokovsky o Berstein, gozando a fondo las posibilidades de una acústica que roza lo perfecto.



Otra cosa que no me esperaba fue el entusiasmo de la gente. Cuánta sed acumulada había en los seres que estuvieron allí. Algunos lloraban y se bebían sus lágrimas. Creo que lloviznó por todas partes. Bendita tierra, pues. (Tomado del blog de Silvio Rodríguez)

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