ESTAMPAS DE OTRAS ÉPOCAS

( Pie de grabado: La obra Quitrín (1917, óleo sobre lienzo) del cubano Eduardo Morales (21 de septiembre de 1868-22 de febrero de 1938) DE LOS QUITRINES AL COCHE DE MOTOR En el lejano año de 1626 sobraban los dedos de las dos manos para contar los miles de habitantes que vivían en la villa de San Cristóbal de La Habana. Y el 16 de septiembre de ese año, llegaba a esta ciudad el maestre de campo don Lorenzo Cabrera y Corbera, Caballero de la Orden de Santiago, como trigésimo tercer gobernador español. Durante su gobierno se mejoraron las fortificaciones de la ciudad y se atrincheró toda la orilla de la bahía. Por esa época, un famoso almirante holandés conocido como Pata de Palo, había cometido muchas fechorías en aguas cubanas, y desde el primero de agosto de mil 628 y hasta el seis de septiembre, estuvo amenazando a nuestra capital. Pero no fue por sus labores en la defensa de la Villa por lo que traigo a don Lorenzo a colación, sino por se el primero en pasear las calles habaneras en un coche. Hacía años que se había generalizado entre los criollos el uso de las sillas volantes, que no eran más que cajas cerradas con largas barras tiradas por esclavos. A este primitivo medio de transporte se le adicionó un caballo delante y dos grandes ruedas detrás, y de este modo se establecía la volanta. Los quitrines se introdujeron a principios del siglo diecinueve, con la ventaja de que se podía cubrir o descubrir el vehículo a voluntad del pasajero, por medio de un fuelle. En 1838 rodaban por esta capital alrededor de cuatro mil carruajes, sin contar los medios colectivos. Con el tiempo, las volantas y quitrines se fueron sustituyendo por los actuales coches, que aún recorren las calles de ciudades como Bayamo y Cárdenas. Según el diccionario Laruosse Ilustrado automóvil no es más que un vehículo que camina movido por un motor de explosión. Pero… ¿cuándo llegó a La Habana el primero de estos coches que caminaba sin tracción animal? ¿Quién lo trajo a esta ciudad? En la obra “Por primera vez en Cuba”, su autor, Francisco Mota, afirma que eso sucedió en diciembre de 1898, y el primero en rodar el extraño artefacto por nuestras estrechas calles fue José Muñoz. Algunos curiosos se acercaban para ver aquel coche que increíblemente andaba sin caballos, mulas ni chivos, mientras otros huían despavoridos. Se trataba de un auto francés de la industria La Parisiense, que se desplazaba a la increíble velocidad de doce kilómetros por hora. El segundo automóvil que corrió por las calles capitalinas, de la marca francesa ROCHET SCHNEIDER, alcanzaba ya la astronómica velocidad de 30 kilómetros por hora, y quien lo rodaba era nada más y nada menos que el farmacéutico Ernesto Sarrá, esto sucedía en junio de 1899. Aún no era conocido el FORD, ya que los primeros vehículos norteamericanos y de esta marca llegaron en el año 1913 y fueron alrededor de mil. Y es a partir de entonces cuando comienzan a converger en nuestras intersecciones los coches y carretones de tracción animal, los tranvías y los modernos autos. (Rolando Aniceto)

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