Ireno García: siempre mirando al mar
No creí que el equinoccio de otoño me abriera las puertas con un concierto semejante. Sorpresa que me da, de vez en vez, Ireno García. El otoño presupone “las hojas muertas”, el ocre y el prólogo a la mortandad. Ireno –que no le gusta septiembre, y así lo declaró- hizo primavera, y sembró en cada una de esas butacas de la sala del teatro de Bellas Artes, este sábado 27, la mejor flor para todos sus escuchas. Concierto de casi dos horas, sensible, sencillo, con la grandeza de la sencillez; nada sobraba y nada faltaba. Ireno, dejó claro en lo último que cantó, que no había salido de la nada –como no sale nadie-, que Sindo, Silvio, Corona, Pablo, Vicente, Noel y demases hicieron posible ese maravilloso verbo que nos regaló. Revisando el programa de mano que alguien, amablemente, nos entregó a la puerta de la sala, salta a la pupila las dedicatorias que hace en su programa, lo que sustenta el párrafo anterior