PUNTO DE VISTA


Un viejo anhelo: Formación de críticos para la Danza

La formación de críticos para la danza es un viejo anhelo entre quienes fundaron la carrera de Arte danzario y quienes han proseguido esta labor de formar especialistas de nivel universitario en las áreas de las danzas clásica, contemporánea y folclórica. Veterano en este patio —es decir, en las escuelas de Cubanacán, estas hermosas instalaciones que constituyen el Instituto Superior de Arte (ISA)- recuerdo que, en los tiempos de mi llegada a estas aulas, muy a inicios de los 70, ni siquiera se pensaba en estas cuestiones. Es más, no existía y no se veía clara la necesidad o la posibilidad de que existiera una institución de carácter universitario como luego ha sido el Instituto.
Eran tiempos en los que los jóvenes bailarines que recién se habían graduado o los que estaban en vías de hacerlo, probaban fuerzas con los jóvenes profesionales que habían recibido otras formaciones, que habían venido de “la calle” ―esa tremenda universidad― o habían adquirido sus saberes y destrezas equivocándose aquí, mejorando por allá, encontrando al maestro de su vida en tal lugar. Aún las escuelas eran solo eso: la Escuela Nacional de Arte (ENA), que fue una formidable institución, pero todavía los graduados y, más tarde, los alumnos no habían logrado ganar los grandes premios en los concursos internacionales ni habían podido reafirmarse internacionalmente. Esto explica la razón por la que la crítica de danza no resultaba un interés de primera línea en aquel ámbito escolar
Cuando en 1976 el ISA abrió sus puertas, hubo un amago de estudios superiores en la danza. Se le nombró Coreografía; pero no se trataba de formar coreógrafos, sino de estudios más generales, más o menos al modo de la Escuela Coreográfica de Moscú, que durante muchos años dirigiera Sofía Golóvkina. En estas labores estuvieron Fernando Alonso, que residió algunos meses en lo que era el edificio central de la ENA; así como Azary Plisetski y la asesora Elvia Ojeda Ramos, quien llevaba la parte organizativa.
Al comenzar las clases, los estudios de Coreografía —para los que se habían inscripto 18 aspirantes— no lo hicieron junto con los de Música, Artes Plásticas y Artes Escénicas. Aún hoy, no he podido encontrar una explicación seria para esta decisión por lo que pienso que debe haberse tratado de alguna discreta “orientación” al respecto. Poco después, Fernando se marchó a Camagüey; Azary visitó todas las escuelas de ballet del país y colaboró con el Ballet camagüeyano para, como era lógico, regresar a Europa.
Pero los intentos por formar críticos para la danza se mantenían vivos. Poco después de abrir sus puertas la especialidad de Teatrología-Dramaturgia en el ISA, Ramona de Saá —quien dirigía el área de Ballet de la ENA— consultó a la profesora de Literatura Sonia Pérez Bioti y al autor de estas notas, acerca de las posibilidades reales de ingreso que pudieran tener en Teatrología dos de sus alumnas ―a punto de graduarse de nivel medio y en quienes ella veía potencialidades para por el camino de esta especialidad convertirse en críticas de ballet. Las muchachas aceptaron, se prepararon y lograron ingresar. Una de ellas no logró concluir los estudios y la otra se graduó con las más altas calificaciones. Su nombre, Raquel Mayedo, es bien conocido entre los televidentes cubanos; pero aquel camino la llevó hacia la comunicación y no a la crítica como aspiraba su maestra.
Once años debieron esperar los estudios universitarios de danza para contar con un espacio docente en el ISA. Así abría sus puertas la nueva carrera de Arte danzario, con tres especialidades: Ballet, Danza contemporánea y Danza folclórica.
Los estudios preveían una duración de cuatro o cinco años, según la especialidad. Al concluir esta etapa, el graduando podría optar por una segunda especialidad que implicaría un año más de estudios. Esas especialidades serían Crítica de la danza o Coreografía. Este proyecto fue propulsado por los líderes de la carrera: en especial, Ramiro Guerra.
Sin embargo, este proyecto, en la práctica, no resultó funcional. En varias ocasiones me he preguntado por qué. Me parece muy sencillo: lo impidió el llamado período especial. La enorme crisis económica de los primeros años de la década de los 90 y las condiciones de precariedad —falta de energía eléctrica, de aulas adecuadas, medios de transportación y la deserción de profesores— que crearon una avidez por graduarse cuanto antes entre los miembros de las primeras cohortes de aquellos Cursos para Trabajadores, lo que impidió un ambiente propicio y sereno para llevar hasta los finales aquel proyecto.
Hacia el año 1996, Graciela Fernández Mayo, rectora del ISA en aquellos momentos, solicitó se hiciera un estudio de las estructuras internas de las carreras que se cursaban en el centro. Entonces quedó claro que teníamos especialidades con espectros completos como Arte teatral y Música, que además de los perfiles de la práctica ―Actuación e Instrumentos musicales y Canto, respectivamente― contaban con salidas en Dirección, de esencias históricas, teóricas, críticas e investigativas (Teatrología y Musicología) y de creación (Dramaturgia y Composición musical); y que Arte danzario quedaba en el grupo de las denominadas parciales o incompletas, que solo contaban con las denominadas prácticas artísticas, aunque los profesores y estudiantes de Danza folclórica siempre han tenido una especial vocación investigativa, propia de su labor.
Desde entonces comenzó a hablarse de formar un perfil cuyo núcleo duro estuviera focalizado en la Historia, la Teoría y la Crítica de la danza. Se le ha llamado Danzología o Estudios danzológicos.
Una pregunta y una insinuación nos salían al paso una y otra vez: ¿Es necesario?
Lo cierto es que la danza necesita sus propias voces, críticos con la danza en la sangre, como expresara Armando Suárez del Villar; pero hasta la fecha, nuestros graduandos no se interesan en serio por el ejercicio de la crítica. En medio de las difíciles condiciones que la crítica danzaria afronta en nuestro país ―casi sin periódicos ni revistas―, los críticos continúan llegando de otras áreas afines de las artes, las letras o el periodismo. Algunos lo hacen bien; a otros se les vuelve un ejercicio difícil. Por ello, la Facultad de Arte danzario prepara en su nuevo plan de estudios el proyecto de perfil denominado Danzología, que trata de asumir los desafíos de una labor así en el arte de la danza. Su perfil es ancho para propiciar amplias posibilidades laborales a sus graduados.
En el proyecto que desarrolla el ISA, el área histórica se ha dividido en dos: Historia de la danza, que abarca de lo antiguo general a lo cercano nacional, e Historia del folclore danzario cubano, que aborda saberes específicos de este pujante campo de nuestro acervo danzario. Por razones metodológicas y del ordenamiento del material, resulta conveniente laborar de este modo.
El perfil Danzología se ajusta al ámbito reflexivo y a la indagación epistemológica. Se trata de la rama de las Ciencias humanísticas que estudia los aspectos intelectuales de la danza. Por ende, los Estudios danzológicos implican un razonamiento o reflexión sobre la danza. En otras palabras, el problema estriba en abordar intelectualmente este arte.
Una dificultad y un desafío se encuentra en el hecho de que la problemática estudiada se encuentra en sus etapas iniciales, en búsqueda de una identidad y un espacio en el concierto de los estudios teóricos sobre arte, con un mayor desarrollo en el área histórica, tanto en Cuba como internacionalmente; una fuerte práctica acumulada en el terreno de la Crítica, donde aún siguen predominando las modalidades impresionistas, y un estadio emergente en el campo de la Teoría.
Estudios danzológicos brinda los principios metodológicos fundamentales, así como la base epistemológica para el acercamiento intelectual al Arte de la danza. Ese es su objeto de estudio y constituye la disciplina básica en el perfil de carrera, y a la vez resulta esencial en el ejercicio de la profesión. Su amplitud ―ordenada en el plan de estudios de lo concreto a lo abstracto― la hace una disciplina compleja y múltiple.
Aunque los estudios teóricos sobre arte y literatura se remontan a la antigüedad y han continuado desarrollándose desde entonces como instrumentos para la comprensión de los aspectos más generales de las estructuras fundamentales de la creación, así como del lugar que ocupa el hecho artístico en la cultura, en el mundo de la danza —dadas las características efímeras del acto artístico en sí— no ha sido posible contar siempre con las evidencias del producto artístico en toda su magnitud. No obstante, la historia de la danza puede mostrar un sólido cuerpo de doctrina que abarca los tiempos historiables y que constituye un saber insoslayable. (Tomado de El blog de Pedro Ángel)

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