Los Záfiros según Galbán



PIE DE GRABADO.En la foto, cortesía del archivo de Roberto Bello, aparece en primer plano Manuel Galbán y detrás dos de los Záfiros en un programa de la tv en 1960.

Los Zafiros constituyeron una de las voces antológicas más populares y de perenne trascendencia en la música cubana.
Una entrevista que le hicieron a Manuel Galbán, ya fallecido, quien por algún tiempo fue su guitarrista y director, dio, a nuestro entender, la mejor definición de lo que el grupo y su papel en el pentagrama cubano. Ahora que se cumplen cincuenta años de su fundación, sirvan estas líneas.
A continuación la transcripción:
-Vamos a remontarnos a Los Zafiros.
-Aquello fue una experiencia inolvidable, algunos de sus integrantes se lanzaron a la bebida y fallecieron. Ignacio Elejalde (el tenorino), Eduardo Elio Hernández (el Chino) y Leoncio Morúa ya no están. Quedan vivos: el cantante Miguel Cancio y el guitarrista inicial Oscar Quintana, que viven ambos en el exterior y yo que fui director y guitarrista del cuarteto durante más de diez años.
-¿ Qué aportan Los Zafiros?.
- Fue un cuarteto con el estilo clásico de los cuartetos estadounidenses a la manera del du duá. Se les dice así por el coro que le hacían al solista. Los estándares fueron Los Platers, aunque Los Zafiros se apartaron adicionándoles los ritmos cubanos y caribeños, por ejemplo: el bolero, la rumba, la guaracha, el son, el calypso, la samba. Su manera de interpretar era muy sencillo, con armonías simples; pero con mucho encanto natural, espontáneo. Con frescura, gracia y prestancia juvenil. Tenían muy buena presencia, se movían en la escena como nadie puede hacerlo, porque eran cubanos y los yankis no pueden superarnos en eso, en el sabor, el swing criollo. Eran cuatro mulatos cantores que sin tanta pompa, sin armonías complejas, pusieron a gozar a toda Cuba y se pararon hasta en el Olimpia de Paris que es mucho decir. Aquí existieron algunos cuartetos con mucho empaque armónico y ahora también los hay; pero no tienen ese sabor cubano, el encanto, la magia.
-Hablemos de los integrantes uno por uno.
-Ignacio era la voz de tenorino, no de falsete como se ha dicho. Llegó a superar al líder de Los Platers Tony Wilson, con un registro re sobre agudo. En realidad empezó como bailarín en Europa, y trasmitió a la tropa ese movimiento sensacional. Eduardo Elio (El Chino) era la voz callejera, el rumbero, el guaguancosero; de puro barrio habanero. Era chapista, pero mágicamente devino tremendo cantante y todavía no ha surgido nadie como él, con esa voz de bajo, varonil. En realidad era el mejor en cuanto a repertorio, casi todas las canciones las cantaba él. Leoncio Morúa (El Kike) ayudó a formar las voces en el acople que aprendió con su padre el Dr. Morúa de Varadero. Su voz era picadita, muy dúctil y ritmático, bueno para el twist y el calypso con ese cubaneo cadencioso en el bossa nova. Miguel Cancio era cuartetero del conjunto Facundo Rivero, su voz era tenue y dejaba hacer a los demás. Tenía muy buena pista en la escena.
-¿En qué consiste su concepto musical guitarrístico?.
-Yo tuve que suplir al piano, que en la década de 1960 comenzaron a desaparecer de los salones; entonces emprendimos el cuarteto con guitarra eléctrica. Aunque yo soy repertorista de piano, pero la experiencia resultó. Algunos como el gran pianista Peruchín decía que para sustituirme a mí en Los Zafiros había que buscar a dos guitarristas. Yo hacía varios efectos con la palma de la mano, de manera que se pudiera tapar el sonido, en efecto eran como dos guitarras en la pista. Además yo era el director musical y en las grabaciones adicionaba un grupito de base ritmática. Pero dominar la disciplina de los integrantes del cuarteto no era tarea fácil; imagínate una banda de gatos andando por la calle La Rampa, eso eran Los Zafiros.
- Cuénteme algunos secretos de Los Zafiros.
- El chino Eduardo Elio fue el que le indicó a Ignacio que el cuarteto debía tomar su camino a lo cubano y desprenderse de Los Platers. Ellos amaban mucho la música y a su país, tenían gran profesionalidad, es la bebida la que los descalifica. Pero tenían un sentido musical asombroso, pocas veces visto. Son fenómenos que se ven pocas veces en la vida. Les ofrecieron muchas posibilidades para que se quedaran a trabajar en el exterior, pero ellos no hubieran podido vivir sin su querida y “Hermosa Habana”, como dice el título de una de sus canciones inolvidables. Ellos eran como el Benny Moré que se tomaban una cerveza con cualquiera en donde quiera. No eran de esos artistas que van de divos escondidos de las multitudes; ellos nacieron, se hicieron y vivieron en la calle. Y de ahí es de donde sale el mejor arte popular, de la calle.

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