Adiós al músico que revolucionó la música bailable (I Parte)


 
Al oír la noticia de la muerte de Juan Formell, la primera imagen que vino a mi mente fue de una de esas noches, en los principios de su popularidad, cuando los Van Van tocaban en uno de los círculos sociales que existen en Miramar, en las afueras de esta capital.
Mientras el carro me llevaba junto con el fotógrafo al lugar de la cita, podía ver esa noche una larga e interminable hilera de jóvenes que a pie cruzaban parte de la ciudad, desesperados quizás por la demora del ómnibus o porque no pudieron tomarlo ante la cantidad de gente que hacía su abordaje.
Pero, lo más increíble pasó cuando colocado en una esquina del centro de la pista de baile, pude distinguir por encima de la cabeza de los bailadores, una bien formada nube de polvo producto del frotar de los zapatos sobre el suelo en las delirantes coreografías de sus seguidores.
Aunque no soy un experto, me atrevo a afirmar que Juan Formell y los Van Van en el acontecer musical cubano fueron una especie de Beatles criollos por el cambio sonoro que introdujeron en la música cubana.
PERDIMOS UN MÉDICO, GANAMOS UN MÚSICO
Hijo de un músico, su padre pianista y flautista, no quería que ninguno de sus dos hijos siguiera sus pasos. Uno se inclinaba por la ingeniería, Juan por la medicina…aunque este último podía estar sin ver el tiempo pasar, mientras su progenitor escribía música y componía, pues allí estaba su verdadera vocación.
El tema de la música fue tabú hasta que la crítica situación política que vivió el país a finales de la década del 50 del siglo pasado, le abrió la posibilidad de recibir lecciones de su papá.. Formell estudiaba en el Instituto del Vedado  y aunque hoy parezca increíble, el director del centro era un sargento de los Servicios de Inteligencia Militar, el tenebroso SIM.
En ese tiempo la familia vivía en La Lisa, lo largo del trayecto y el ambiente de inseguridad en que se vivía, hizo que sus padres decidieran que ambos hermanos  dejaran sus estudios.
Según recordaba  Formell en una entrevista, su papá le sugirió como instrumento el contrabajo porque en cualquier estructura orquestal le iba a permitir trabajar con más frecuencia.
“Yo ya tocaba la guitarra por afición, pero el bajo me fascinó. Cuando tu tocas el bajo, en cualquier agrupación musical, te sientes que eres el dueño del negocio, es decir el bajo “lleva” a la orquesta, cuando tu le quietas el bajo a una orquesta, es como si le quitara el corazón”, expresaba el  Van Van Mayor.
Se fue enamorando del instrumento de tal manera que se convirtió en una obsesión, estudió mucho en clases no solo con su padre (solfeo y teoría) sino también con otros reconocidos ejecutantes como Orestes Urfé.
Estudiante a tiempo completo, Formell se encargó de llenar algunas lagunas que tenía y fue alumno de músicos como Félix Guerrero, Rafael Somavilla, Tony Taño, a lo que agregó la práctica constante o, según sus propias palabras, el mucho oficio.
EL DEBUT DEL BAJISTA.
Si bien durante cierto tiempo formó parte de un sexteto típico que tocaba por los bares para luego pasar el cepillo, su debut como contrabajista profesional es cuando obtiene por oposición una plaza en la banda de música de la Policía Nacional Revolucionaria en noviembre de 1959.
Luego pasaría por grupos de famosos pianistas soneros como Peruchín o Rubalcaba hasta llegar a formar parte de la orquesta del hotel Habana Libre, que dirigía Carlos Faxas, donde ya comienza a hacer sus primeros arreglos.
Para 1966, ya se le veía en sus ratos de ocio, guitarra en mano, interpretando canciones de su autoría que serían interpretadas por Elena Burke y fueran el primer anuncio de su irrupción en el pentagrama nacional : “De mis recuerdos”, “Lo material”, “Ya lo sé”, “Pero qué será de mí” y “Yo soy tu luz”.
Su nave después carenó en la orquesta Revé, del incansable Elio, donde también dejó su impronta con sus  innovaciones que al decir de un musicólogo cubano produjo un cambio notable en la música bailable cubana.
Es allí donde da a conocer sus primeros éxitos bailables: “Te lo ganaste todo”, “El jueves”, “Yuya Martínez”, “El martes” y “Qué bola, que bolón”.
Ya la Revé le resulta pequeña para él y decide levantar su tienda para lo cual lo siguen algunos de los músicos de esa agrupación. (Continuará...)

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