ZENIA Y SU LARGO PASO POR LA ESCENA CUBANA


Aunque oficialmente Zenia Marabal dejó de existir , aún me parece que la voy encontrar en la bodega donde nos tocaba comprar o en la calle, donde más de una vez nos deteníamos por media hora o más, para oírla desgranar, con esa su gracia criolla, el acontecer nacional.

Humilde como pocas, trabajadora como la que más, amante de su familia, no era raro verla parada en Carlos III para pedir una botella que la condujera al teatro América, el Mella u otro sitio y si el reconocimiento cubano no le daba esa posibilidad, de su propio bolsillo se pagaba el pasaje para no dejar de asistir a tiempo a un ensayo o a la presentación de una obra.

Según su propia confesión no era grande su salario en general pero su dignidad personal no le permitía detenerse en esas minucias de la vida y lo que sí le daba brillo a sus ojos, cansados ya por la edad, era cuando  sus vecinos o no, se le acercaban para alabarle su última actuación en las tablas, en la radio o en la televisión. 

Nadie podía pensar que esa mujer que aparecía en los escenarios cantando esas letras poéticamente dramática de los tangos, se  iba a convertir con el tiempo en una de nuestras grandes actrices, sobre todo de bis cómica.

No hay un nombre del teatro bufo cubano que no esté asociado a sus apariciones teatrales: Candidata Quintana, Alicia Rico, Enrique Arredondo, Carlos Pous.

El teatro Martí, durmiendo aún el sueño de su futura reconstrucción, fue testigo (1961-1965), de su paso por ese lugar en diferentes piezas como integrante de la compañía Pous-Sanabria. Allí también hizo la Carmita de la obra Amalia Batista en el homenaje que en 1960 se le hiciera al maestro Rodrigo Prats.

Luego pasó al grupo Jorge Anckerman que siguió presentando obras en ese coliseo  hasta que se cerrará en 1975 para su remodelación.

En 1978, Héctor Quintero reabre el Teatro Musical de La Habana y entre las figuras descollantes de su elenco está Zenia.

Durante su vida artística actuó en diferentes piezas teatrales como Pachencho vivo o muerto, en versión de Abelardo Estorino (1982), dirigido por Alicia Bustamante y Héctor Veitía; Canción de Rachel , bajo la dirección del Maestro Roberto Blanco (1982), en donde alternó el papel protagónico con Rosita Fornés; El caballero de Pogolotti, de Héctor Quintero (1984). Para esta agrupación dirigió, además, la puesta de Bartolo tenía una falta, de Pepín Rodríguez, un texto vernacular que se rescató en 1980.

Por esta época también intervino en el aclamado estreno de En Sábado corto, de Héctor Quintero (1986, Sala Covarrubias del Teatro Nacional) hizo el personaje  de Socorro Porro. Hace poco tiempo lo volvió a interpretar en una teatro Mella abarrotado de público.

Especie de Quijote femenina, la Marabal fue una defensora a toda costa y a todo trance del Teatro Musical de La Habana,  y como directora de esa institución en la compleja década de los 90, hizo todo lo posible para revitalizarlo, pero sin recursos, con gran dolor de su alma, tuvo que desistir del empeño. 

En la pequeña pantalla se la recuerda en Pateando la lata y otras apariciones esporádicas mientras que como parte del elenco de Musical Habana que funciona en el teatro América,  se le aplaudió por sus presentaciones en Gaviota con aroma de Suchel, (1999); Habana-Miramar (2004), Mi barrio es un vacilón (2005), todas de Alexis Vázquez.

En el 2009 recibió el Premio Nacional del Humor e iba a cumplir ochenta y dos primaveras el 11 de octubre de ese año. Ella falleció en septiembre del 2010.  

(GABRIEL)

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