CHUCHO VALDÉS, “UN NIÑO CON LUZ”




Llegar a la fama no es fácil, sobre todo si el nombre es tan largo como Dionisio de Jesús Valdés Rodríguez, pero si al talento del sujeto agregamos un sintético Chucho Valdés, pues entonces es más fácil identificar a uno de los grandes de la interpretación pianística no sólo de Cuba sino del mundo. Además el intérprete es doctor en música de universidades extranjeras y cubanas, galardonado con el Premio Nacional de Música (1999) y con numerosos premios Grammy.
A Chucho Valdés le corre la sangre musical por las venas, herencia de un padre pianista también, que responde al nombre nada más y nada menos que de Bebo Valdés. Con tres años sorprendió a su progenitor cuando lo encontró tocando la melodía de “La vaca lechera”, con un solo dedo al instrumento, lo que llevó al “viejo” a exclamar: “Ese niños viene con luz”.
Bebo, figura clave en el desarrollo del mambo, guió sus primeros pasos en su inclinación hacia la música popular de esta isla, del jazz norteamericano y la tradición de la música clásica europea.
A los 16 años ya tocaba el piano en una orquesta de su padre. Un día un amigo lo invitó a oír jazz, compró su primer disco de jazz del tecladista Dave Brubeck y sintió como si se la abriera una puerta nueva hacia un mundo hasta ese instante desconocido. El impacto fue tal que desde ese día estudió a fondo las interpretaciones en ese género.
Su vida musical sería una especie de laberinto: pianista de la Orquesta del Teatro Musical de La Habana, donde el maestro de armonía era el guitarrista y compositor Leo Brouwer; funda el conjunto de Chucho Valdés y su Combo con el cantante Amado Borcelá (Guapachá). En 1967 es llamado por Armando Romeu para integrarse a la Orquesta Cubana de Música Moderna, de grata recordación para los habitantes de este caimán verde-

En 1970 se presenta en el reconocido Festival de Jazz de Jamboree de Polonia, acompañado de su grupo denominado “Jesús Vadés y su Quinteto”, integrado por miembros de la Orquesta Cubana de Música Moderna.

De esa actuación le confesó a la investigadora colombiana Adriana Orejuela: ““...todos los que habían experimentado con los tambores batá, habían llegado a un límite y habían parado porque no era comercial, porque no se vendía, etc. Y empezamos a tomar de ahí. Vamos a hacer algo que además sea muy universal, vamos a universalizar eso con elementos de jazz [...]. Entonces se me ocurrió para el Festival de Jazz Jamboree en el año 70, desarrollar eso y fuimos poniendo la “Misa Negra”, con cantos yorubá, con oraciones en esa lengua, con toques rituales [...] fue un escándalo, porque ese día tocaba el Cuarteto de Dave Brubeck, que cerraba el espectáculo, él nos oyó ...éramos muy jóvenes, estábamos asustados. Cuando terminó Brubeck nos mandó a buscar, nos dio un abrazo, me dijo que lo que yo estaba haciendo era un nuevo camino para el desarrollo de la música afrocubana y su fusión con el jazz. Me dijo: “never stop”, fue el mejor premio, mejor que el aplauso del público y fue lo que me inspiró a seguir haciendo más ese trabajo y también a ampliarlo. De ahí nos salió la idea de hacer Irakere.”

Irakere es una palabra yoruba que significa selva y según el periodista e investigador musical Joaquín Borges en su sonoridad “se escuchaba, junto a un fraseo jazzístico de los instrumentos de viento y a los tumbaos de piano, una guitarra eléctrica procesada con pedales como el wah y el fuzz. Para muchos, fue una sorpresa. Era como la sonoridad de Carlos Santana pero con mucha más fuerza en lo percutivo. De aquel estilo de trabajo, surgió un primer tema: "Bacalao con pan", que toda Cuba bailó y tarareó. La fórmula de orquestación ideada por Chucho marcó a las bandas cubanas que aparecieron posteriormente, en especial en lo referido al tratamiento de los metales”.

De Irakere Chucho dijo: “Todos y cada uno de los que pasamos por Irakere éramos desconocidos cuando llegamos, Irakere es un laboratorio de súper músicos. Paquito, Sandoval, Maraca, Angá, Cortés...Irakere está reconocido como lo que fueron los Messengers de Art Blakey o el quinteto de Davis, sitios donde la gente llega y después rompe. Es mi orgullo que se reconozca el trabajo y el aporte de treinta años de música.”

Intranquilo, siempre en busca de lo novedoso, en 1978 ofreció un emocionante concierto en una complicidad mutua entre Irakere y Leo Brouwer como guitarrista en el teatro capitalino Karl Marx, con un repertorio que incluyó versiones de obras de Villa-Lobos y Joaquín Rodrigo. Este suceso se puede disfrutar en un disco grabado como testimonio fiel de ese momento.

En el 2002 recibió el Premio Grammy Latino, categoría Pop Instrumental, por su disco “Canciones inéditas”. También hizo un fonograma grabado por el sello Engel de la RCA Victor en la vertiente de la música académica, con producción de Max Wilcox.

Su labor en el campo de la creación es amplia pero sólo citaremos algunas: “Mambo influenciado”, “Claudia”, “Juana 1600”, “100 años” danzón, “Misa negra”, ”Shangó”, “Babalú”, “Yemayá”, “Tierra en trance, “Stella”.

Chucho Valdés cumplió recientemente 70 años pero sigue tan vital como siempre y quienes le seguimos en el mundo de la música estamos preparados para las sorpresas musicales que siempre nos tiene guardadas, ahora al frente de su proyecto los Afrocuban Messengers. (Fuente: trabajo de Joaquín Borges Triana)

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