UN MUSEO DIFERENTE EN PLENA HABANA VIEJA


Una colección de balanzas perteneciente a los fondos de la farmacia Habanera se exhibe como muestra especial junto a los objetos ya tradicionales de la instalación también conocida como Sarrá.
Así se denomina aun por el apellido de quien fue su propietario y fundador en el siglo XIX, junto a las droguerías Taquechel y Johnson, las cuales integran la trilogía de instituciones de ese tipo más antiguas del centro histórico habanero.
Ubicada en las Calles Teniente Rey y Compostela, atesora además una amplia colección de morteros y frascos de porcelana. En sus vitrinas se exhiben libros con copias de fórmulas, una actividad tradicional de la farmacopea cubana.
Luego de un intenso trabajo de remodelación, Sarrá reabrió sus puertas en 2004. Ese museo, como la mayoría de los situados en la parte más antigua de La Habana, es un lugar para mirar y observar muestras y de intercambio entre empleados y visitantes. De tal modo despliega un amplio programa educativo con charlas, conferencias y talleres.
Allí son habituales los encuentros de especialistas con el público para hablar sobre calidad de vida, medicina natural, interacciones medicamentosas y otros temas.
Los orígenes de la farmacia cubana se remontan al año 1598, cuando Sebastián Milanés y López Alfaro fundaron sendos establecimientos, uno situado en la calle Real, hoy Muralla, y otro cerca del Desagüe o Callejón del Chorro, a los cuales se acudía en busca de opio, alcanfor, sal volátil, jarabes, agua de canelay ungüentos, entre otros remedios.

Ya en 1670, la ciudad contaba con una docena de estas instalaciones, que alcanzaron mayor auge a raíz del desarrollo de la producción cañera, pues la controvertida frucanga, compuesto de miel de caña fermentada o aguardiente primario, marcó el despegue de ese tipo de comercio.

Influenciadas por los avances de la alfarería europea del siglo XVIII, las farmacias trajeron a sus estanterías pomos de porcelana y cristal que constituyen elementos decorativos en sí mismos. A esta distinción se unió la estantería de caoba que sustituyó a los rústicos armarios de pino.

Una de esas farmacias inspiradas en las corrientes francesas aún se conserva en la ciudad. En la calle Obispo, en el mismo sitio donde la fundó el eminente farmacéutico Francisco Taquechel en 1898, se levanta este establecimiento que ganó prestigio en su época por la calidad de sus productos y razonables precios.
Devenida hoy tienda y museo, rinde honores a su creador, quien concedió fama y preferencia a su tienda y laboratorio.
Con una estantería típica, se exhiben pomos de porcelana francesa del siglo XIX y algunos del XVIII, además de útiles de la época y libros que acopian las recetas.

Para seguir la línea de la excelencia que la marcó desde sus inicios, la tienda ofrece una amplia gama de remedios naturales, medicinas homeopáticas, cosméticos, suplementos dietéticos y otros productos.
Entre los artículos que distinguen a la farmacia Taquechel sobresalen las cremas de algas, mieles, vitaminas y minerales antioxidantes, y productos derivados del cartílago de tiburón y de la caléndula.
Así, tradición y utilidad se suman en estas farmacias habaneras que siguen siendo preferencia del público, pese al paso de los años. (Por Margarita Barrios)


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