YOLANDA FARR, UN NOMBRE PARA NO OLVIDAR




Yolanda Farr

Sumario: La artista, hoy residente en España, su tierra natal, fue una de las principales figuras del teatro, la tv y el cine durante finales de la década del 50 y primeros años del 60.

Humana y artísticamente estoy muy unida a Cuba –expresa la actriz Yolanda Farr, quien ha accedido a esta entrevista vía correo electrónico, tras la presentación de su libro autobiográfico Periplo de amor y lucha, en la Fundación AISGE, en Madrid, en la colección Memoria de la Escena Española, y cuyos beneficios están destinados a ayudar a sus miembros que lo necesitan: actores, dobladores, bailarines y directores de escena.

Yolanda Mariño Farr, conocida artísticamente como Yolanda Farr es una reconocida y aplaudida actriz española del teatro, el cine y la televisión, que desde niña participó en escenarios artísticos junto a sus padres.

Hija de madre alemana y padre gallego, ella es producto de la posguerra pues vino al mundo tras la salida de su padre de un campo de concentración a principios de los cuarenta. Él había sido encarcelado por sus ideas progresistas y su pertenencia al bando republicano.

Mi niñez en Cuba-afirma Yolanda- a donde llegamos en diciembre del 48, dulcificó un poco las cosas. Con ocho años de edad comencé mis clases de ballet con una profesora norteamericana llamada Irma Hart Carrier y a los pocos años conseguí ser admitida en la academia de Alicia Alonso donde tuve la suerte de tener como profesor a Fernando Alonso y, en el último año que allí cursé, de ser compañera de clase de Josefina Méndez, Loipa Araujo y hasta de Alicia, quien asistía a ese grupo para hacer barra. .

Mi adolescencia fue un maratón de estudios. Hacía piano, canto, estudios de secretariado bilingüe y mis queridas clases diarias de ballet, así que poco tiempo había para nada más. A excepción de mis esperados domingos de cine al cual acudía con mis amiguitas del barrio, ya sabéis, matiné, doble sesión y palomitas, generalmente en el cine Metropolitan o el en San Carlos, cercanos a mi casa. Mi amor por el cine venía ya desde España donde había visto películas como Dumbo, Pinocho o Cadenas de Silencio con la perra Lassy, encandilando mi espíritu desde entonces el milagro del celuloide.

Desgraciadamente un accidente que afectó mi columna, me impidió continuar en el ballet. Me sentí muy deprimida, pero en mi ayuda vino el teatro.

Alejandro Lugo y Homero Gutiérrez me dieron nociones de dicción sobre todo para eliminar mi “ceceo” que aun conservaba en parte. Con Ana Lasalle trabajé sobre todo el verso. El resto lo aprendí en escenarios como Prometeo, dirigida maravillosamente por Francisco Morín; en la Sala Arlequín, dirigida por Rubén Vigón; Sala Talía, Sala Hubert de Blanck y en los platos de cine y televisión.

Mi primera participación en una obra teatral en la isla fue La pequeña cabaña, representada en la Sala Arlequín, junto a los actores Homero Gutiérrez y Pedro Pablo Prieto. También recuerdo con mucho cariño mi actuación en la obra La endemoniada, en 1963.

Lo más difícil de ser actriz es, en primer lugar, la terrible inestabilidad emocional y económica que conlleva esta profesión. En segundo lugar, y quizá más importante, la complicación de desentrañar un texto haciéndote con él un traje que complazca al autor, al director, al público y a ti misma.

Me vinculación a la industria cinematográfica cubana fue algo divertido pero complicado de explicar. Estaba en el patio de butacas de la Cinemateca en el año 1964, esperando el comienzo de la proyección y aún con las luces encendidas, se acercó a mí un joven y hermoso muchacho y me dijo estas palabras: “Perdona que me presente Yolanda, soy Pastor Vega, director de cine y me he fijado en tí para que protagonices mi primera película, En la noche, pues tienes el físico perfecto y me han dicho que eres una buena actriz de teatro. Piénsalo y respóndeme mañana en el ICAIC.” Aunque en esos momentos yo estaba trabajando en el cabaret Tropicana de presentadora y vedette en el show Tentaciones, por supuesto mi respuesta fue de aceptación y mi recuerdo, de ese mi primer rodaje agotador, es entrañable, ya que tanto Pastor como mi coprotagonista, Juan Cañas y el equipo técnico, fueron encantadores. Nunca llegué a ver ese corto dramático experimental en la isla pues no se exhibió, pero muchos años más tarde, estando ya aquí en España, recibí una gratísima llamada de Pastor Vega diciéndome que estaba en el país y que iban a proyectar ese filme en la Casa de América. Allí lo visioné por primera vez, en compañía de mi querido amigo Roberto Fandiño que en paz descanse. Con anterioridad a esto había participado en un documental de Manuel Octavio Gómez titulado Cuentos del Alhambra (1963), un homenaje al teatro vernáculo cubano, rodado durante la representación de la revista costumbrista de los años veinte La isla de las cotorras, dirigida por Francisco Morín en el teatro Amadeo Roldán.

En 1965 tengo un nuevo proyecto fílmico: Desarraigo … Lo consideré una gran oportunidad, trabajar de protagonista junto a Sergio Corrieri y a Reinaldo Miravalles, bajo la dirección de Fausto Canel y con guión de Mario Trejo… Era una ocasión única. La filmación se desarrolló, prácticamente toda, en las minas de Nicaro, Oriente. Fue una labor dura pero muy satisfactoria. Generalmente, por la noche trabajábamos los diálogos del día siguiente y los rodajes en las minas duraban cada día hasta que se hacía de noche. Fausto estaba entusiasmado con el trabajo y nos apoyaba al máximo en nuestras actuaciones, con flexibilidad y al mismo tiempo, rigor. Ahora sé que para él como para mí, aquella película era una prueba de fuego. Este film, que fue retenido, tras un efímero estreno, lo he visto ahora cuarenta y cuatro años después, ya que Fausto tuvo el detalle de enviarme una copia en DVD por medio de mi gran amiga Mequi Herrera, después de que el mismo fuese exhibido en un festival de cine en Miami. Fue una experiencia muy conmovedora y mi juicio crítico fue positivo.

El rodaje del filme Memorias del Subdesarrollo se hizo en 1966, justo al terminar el show del Hotel Capri, Los Tiempo de Mamá y Papá, que duró más de un año y en el que compartí la pista, entre otros, con enormes figuras como María de los Ángeles Santana, Germán Pinelli, Manolín Álvarez, Joseíto Fernández, el creador de la Guantanamera. Mi trabajo con Gutiérrez Alea fue muy fructífero. Yo interpreto a la mujer de Sergio, que abandona el país. Había varias secuencias entre ellos dos. Durante la filmación Titón me convenció para hacer el primer desnudo del cine cubano y, por supuesto el mío. Una experiencia muy dura pero mucho más duro fue cuando, al ver el filme ya aquí en España, me encontré con que casi todo lo que había rodado había sido eliminado en imagen, y puesta mi voz en off sobre la imagen de Sergio, personaje que interpretaba Corrieri.

A finales del 66 decido salir del país, creyendo que al ser española el permiso me lo darían de inmediato, pero el mismo tardó un año. Realmente en Cuba se me trató siempre como a una cubana más, para bien y para mal. Finalmente el 22 de diciembre del 67 tomé el avión de Cubana que me devolvía a España. Pero una cosa había cambiado. En mis planes nunca había estado el exilio. Mi única pretensión había sido probar fortuna en España y volver a mi familia y a mi querida isla. Pero eso ya no sería posible. Poco antes de mi salida recibí una llamada del director Humberto Solás, pidiéndome que participara en su película Lucía en una escena de la segunda historia que trascurre durante el machadato. Era una especie de gran orgía de la alta sociedad. Se rodó en el 67. En ese rodaje participaron, desinteresadamente, casi todas las figuras artísticas del país en esos momentos, actores, pintores e intelectuales. Aquello fue una auténtica gozada y una conmovedora última experiencia artística en la isla. Humberto sabía lo de mi solicitud de salida pero, puesto que ninguno de aquel grupo saldría en los créditos ni figuraría en nómina, consiguió el permiso para que yo participara. Nunca se lo pude agradecer suficiente.

En España el cambio fue complejo y difícil, pero recibí el apoyo de Adolfo Marsillach, a quien había conocido en la isla, e ironías de la vida, tuve que dar un curso de dicción para tratar de atenuar mi acento cubano. El teatro ha sido mi sitio natural. En los años 80 y 90 compartí papeles protagónicos con actores de la categoría de José María Rodero, Fernando Delgado, José Luis Pellicena, Arturo Fernández, Pedro Osinaga, Juanjo Menéndez, Luis Prendes, Chicho Ibáñez Serrador, entre otros. He actuado en muchísimos escenarios teatrales de la geografía española.

En el cine considero que mi participación más relevante ha sido en los siguientes filmes: El perro (1976) de Antonio Isasi Isasmendi; Gulliver (1979) de Alfonso Ungría; Hijos de papá (1980) , de Rafael Gil; Violines y trompetas(1984), de Rafael Romero Marchent, y Matar al Nani (1988) , de Roberto Bodegas.

En la televisión he colaborado en programas como Estudio 1; El Hotel de las mil y una estrellas, Policías en el corazón de la calle; y ¿Se puede?, entre otros.

Pero mis sentimientos siempre vuelven a la isla. Mi carrera se sembró y dio sus primeros frutos en Cuba. Todos mis estudios se hicieron allí y solo buenos recuerdos tengo tanto de mis compañeros de trabajo como de mis colaboraciones en teatro, cine, cabaret y televisión. En el año 63 fui nombrada mejor actriz de teatro por mi trabajo en La Endemoniada, bajo la dirección de Francisco Morín y en el 65 mejor actriz cinematográfica por Desarraigo, de Fausto Canel. ¿Qué más se le puede pedir artísticamente a mi patria de acogida?

(Francisco Puñal)



 

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